jueves, 2 de junio de 2011

Senderismo por Barbadillo de los Herreros

Eran las 8,30 del pasado sábado 28 de mayo, y allí estábamos en La Viga 35 personas de Sotillo, La Horra y Roa esperando el autobús. Eran las 9,45 y como el autobús procedía de Burgos y no llegaba, pensamos que las obras de la A-1 lo habrían retrasado. A eso de las 9, tras las oportunas gestiones telefónicas, se comprobó que había un error por alguna parte: la empresa lo tenía programado para el día siguiente.

En una pequeña charla valoramos las distintas opciones: si dejarlo para otro fin de semana, si hacerlo al día siguiente, o esperar que nos enviaran un autobús. Y ya que el día lo teníamos previsto para este fin, y aunque no tuviéramos guía, optamos por la última opción.

Es de destacar que todo el mundo se lo tomó con comprensión y paciencia. Mientras llegaba el autobús, unos fueron a buscar rutas en internet, otros al Mesón a tomar un café, y otros a casa a buscar libros de senderismo. A eso de las 11'15, con casi tres horas de retraso, llegaba el autobús, y con buen tiempo y mejor humor nos dirigimos a Barbadillo.

A la una ya estábamos en Barbadillo. El pueblo estaba tranquilo, silencioso y semivacío. Son de estos bellos pueblos de la sierra, con casonas de piedra de sillería, muchas de ellas blasonadas, de dos o tres pisos, chimeneas abocinadas, y rodeados de paisajes verdes. Visitamos el bar, preguntamos a los lugareños, y decidimos hacer una de las rutas de ida y vuelta que nos pareció más llamativa pero más corta, pues la prevista inicialmente era de unas cinco horas y acababa en el vecino pueblo de Huerta de Abajo.



La ruta transcurre paralela al río Pedroso, y en algunos tramos el camino coincide con el antiguo ferrocarril minero (ahora es una “Vía Verde”). Atravesamos a oscuras uno de los túneles de unos 300 mts., vimos algunas cascadas, las ferrerías donde obtenían el hierro, y tras hora y media andando acabamos en una pradera en la que había un refugio con mesas, y un poco más lejos una tenada para el ganado. Estábamos rodeados de montañas, uno de esos picos era el Mencilla (1.932 m.), y entre todos intentamos adivinar cual sería, sin llegar a una conclusión clara pues casi todos nos parecían muy altos. Muy cerca corría un transparente riachuelo en el que refrescamos el vino, y allí comimos la mayoría, ya que algunos habían dejado la comida en el autobús y ante los reclamos del estómago, se tuvieron que dar la vuelta un poco antes.


 



La temperatura era ideal para andar a esas horas del mediodía, y el cielo al principio soleado, poco a poco se estaba nublando formándose negros nubarrones que amenazaban con descargar una tormenta un poco más tarde, pero aguantó estoicamente a que nos fuéramos del pueblo.

Comentamos la tranquilidad, silencio y limpieza de estos pueblos, comparados con los nuestros, más alegres, bulliciosos, y un poco más sucios.

Pasamos un día agradable, de ejercicio y camaradería, apartados del mundanal ruido, y tras una parada en Salas, a las ocho de la tarde volvíamos a nuestro entorno cotidiano de Sotillo.