sábado, 31 de agosto de 2013

Aniversario nacidos en 1948




FIESTA DE LOS 65 AÑOS
     Nos pareció oportuno considerar cifra de mucho fundamento y alta significación la de los 65 años y, por tanto, creer que era merecedora de adecuada celebración y visible aparato. Como también que la celebración de ese evento fuera ocasión propicia y excusa perfecta para la recreación festiva de los recuerdos por todos compartidos, especialmente los de la infancia. Así que pensamos que la invitación a la asistencia fuera hecha no por cualquier medio, sino por simpática y personalizada carta anunciando todos los cultos. Y aunque se tocara la fibra sensible de los recuerdos, etc., no restaría ni un ápice las fuerzas para vivir a tope la parte mollar del asunto: festejar el presente y brindar por todos los futuros.
     Pues eso fue, precisamente, lo que hicimos un numeroso grupo de los nacidos en este municipio (con presencia también de quintos de Pinillos) en el ya remoto año de 1948. Todos los actos que llevamos a cabo ese día de agosto -desde los primeros saludos por la mañana hasta la última despedida por la noche-, fueron para intentar conseguir una celebración adecuada, y a fe que empleamos, para conseguirlo, algunos recursos de ingenio. Hubo, en efecto, visible aparato visual y sonoro; hicimos aflorar recuerdos justo en los lugares donde se produjeron -en el pasado- los hechos. Restauramos espacios, nombres, oficios, juegos, canciones que sólo tienen hueco hoy en los rincones no oxidados de la memoria, y por unos instantes todo volvió a estar donde estaba y a ser lo que fue en los antiguos tiempos.
     Recorrimos los lugares que más nos marcaron en la niñez: la escuela, la iglesia y las calles. Vimos colgado en el Ayuntamiento un bando de fábula y que en él estaban escritos enteros nuestros nombres con letras antiguas como nunca antes lo habían estado. ¡Qué pasada!
     Llamamos por sus nombres a los que ya han muerto con una oración sencilla y sentida en el marco de una misa perfecta, y escuchamos la misma música de cuando niños que nacía del corazón mismo del viejo órgano restaurado.
     Todo el día nos invadió la música por dentro y por fuera, y sentimos próximo y cálido un clima de cordialidad y de unión.
     Y brindamos, no una sino mil veces, por haber llegado hasta aquí, y para que seamos capaces de valorar todo lo que aún nos quede por vivir. Y vitoreamos y aplaudimos sin desmayo. No sabemos qué fue de más provecho, si la magnífica comida que felizmente degustamos o las canciones y bailes que los músicos incansables proponían y a los que todos respondíamos sin apenas sentir cansancio.
     Acabado el despliegue musical de los maestros, y en un minuto que hubo de paz,  proyectáronse imágenes antiguas y nuevas sabiamente encadenadas en varios Power-Point, y vimos que una de ellas era una como una reflexión gráfica que “DESDE EL OTOÑO” mostraba las fases de la vida desde la niñez y proponía un futuro final feliz.
     Vinieron luego las despedidas. Firmáronse los besos. Se estrecharon los abrazos. Era el tiempo de los adioses. Atrás quedaba un día completo: rezamos, cantamos, bailamos y brindamos. Habíamos conseguido aunar el pasado con el presente y, también, mirar hacia el futuro.
     Este es, a trazo grueso, uno de los relatos que podrían hacerse del día de nuestra fiesta. Los detalles están escritos en el corazón del reloj de la torre que fue marcando las horas desde la madrugada hasta que estuvieron ordenadas todas las estrellas.

SANTIAGO IZQUIERDO  (Quinto de los de 1948)