viernes, 30 de enero de 2015

Sotillo en la cartera de nuestro corazón


Yo creo que, poco más o menos, esta es la foto que todos llevamos sin doblar dentro la cartera de nuestro corazón. Y que quien la haya obtenido lo debe de saber muy bien.
La instantánea refleja con absoluta nitidez la realidad física del pueblo: la monumental fábrica de la iglesia presidiendo al caserío apiñado y compacto que muestra la convivencia de las antiguas casas de adobe con las de nueva y moderna factura. El paisaje de invierno - con luz de más que mediodía que produce efectos cromáticos de gran riqueza-, abarca en verdes desde los robles de San Jorge hasta los pinos de El Montecillo, y por los laterales los desnudos álamos de la fuente hacen un guiño a los chopos del “borroso surtidor de ceniza” (como magistralmente los definió el poeta) tan próximos a los pinos de la Tejera. Un cielo de azul purísima con leves renglones blancos (seguramente para escrituras de cielo) traza con delicadeza la raya del horizonte remarcando la Cuesta de Otero, que si fuésemos capaces de traspasar con un salto mágico, nos haría llegar a los sugestivos valles de Valdetrapa.


Estas son, como ve, Sr. Coordinador, algunas de las cosas que se me ocurren al detenerme en esta foto que me ha llegado al lugar concreto que ya he citado, y que me apetecía compartir con usted. Ahora vuelo a mis cosas, a mis papeles antiguos que tan entretenida me tienen.
Le saludo atentamente.
"Desde la tronera"