martes, 11 de junio de 2019

Sotillo, el vino y yo

Nueva piedra de Cándido
   Esta vez no tuvimos que esperar al domingo para iniciar la 2ª feria del vino. Ya el sábado hubo actividades programadas para el evento. Una cata de varios vinos en la bodega la Narda anunciaba su comienzo,  posteriormente una charla en la biblioteca impartida por Ignacio Pérez nos habló de "Viaje al liderazgo" dirigida a empresarios y profesionales, y ya para finalizar el día, un grupo de teatro nos hizo pasar un rato muy ameno.
 
Momento de la cata
   El domingo 9 con el volteo de campanas a las 10h 30´ comenzó una folclórica demostración de bailes regionales por el grupo  de Sotillo "San Isidro", acompañado por la música de dulzainas y tambores. Junto a la nueva piedra tallada por Cándido Meruelo para el evento, Pascual Izquierdo nos leyó el pregón dando inicio a la 2ª Feria "Sotillo, el vino y yo" (este pregón se puede leer integro al final de este artículo).
    Ocho firmas de vino sotillanas fueron las que con sus caldos hicieron que nuestros paseos fuesen muy amenos, entre las bodegas de las peñas abiertas para dar a conocer sus interiores.           Durante el recorrido también degustamos los productos típicos de Sotillo en forma de tapas, imprescindibles para que esos buenos caldos y el sol de ese día no nos afectara más de la cuenta. 
El teatro
   Durante el recorrido también pudimos disfrutar de la exposición de tractores antiguos que los hermanos Santamaría Calvo, así como Michel Esteban, José Adrian, Guillermo Ontoria e Ismael Arroyo prestaron durante un día a la organización. 
   Como novedad este año también se expusieron una colección de coches antiguos que hizo de la feria un evento más variado. 
   Destacar también el interés mostrado por ver nuestra iglesia, pues fue un día de puertas abiertas, en el cual el visitante pudo beneficiarse de las explicaciones de nuestro guía Maxi
   Desde aquí dar las gracias a todo el pueblo de Sotillo por saber organizar un evento de estas características y mostrar al visitante el carácter abierto y hospitalario de sus gentes.


LAS DANZAS CASTELLANAS
EL PREGÓN
Pincho de morcillas La Ribera
La despensa de Plumi

Stand de Tienda Esther
Banda de música

UN POCO DE COLOR EN LA FERIA
EXPOSICIÓN DE TRACTORES

LOS PARTICIPANTES

EXPOSICIÓN DE COCHES

PANADERÍA GAITERO, STAND

PREPARANDO EL ALMUERZO EN LA MAROLA

VISTA GENERAL DE LOS TRACTORES

PASO DE LAS MOTOS POR SOTILLO

REPRODUCCIÓN DE UN LAGAR, POR CÁNDIDO MERUELO

VISTA GENERAL

Dos tractores curiosos



PREGÓN PARA LA II FERIA 
“SOTILLO, EL VINO Y YO”

            Castilla es un corazón con soportales que se abre a los que quieran acercarse y proporciona sombra y frescor, abrigo ante el cierzo y refugio en la catástrofe.
            Dicen algunas lenguas poco informadas que la belleza de Castilla resulta áspera y ascética como un páramo. Yo me atrevo a contradecirles y digo que no, que la belleza de Castilla, al igual que su corazón, está siempre dispuesta a colmar la sensibilidad más exigente. Y que esa belleza se puede encontrar en el surco extendido, en el temblor del álamo, en la solidez milenaria del adobe, en la otoñal llamarada de los chopos, en el frescor de una bodega y en el resguardo que brinda un soportal.
            Sotillo tiene pocos soportales, pero cuenta con muchas bodegas subterráneas que ofrecen hospitalidad y deleite a todos los aquí congregados e invita a quienes lo deseen a bajar con lentitud sus peldaños, recorrer sus galerías, caminar bajo sus bóvedas, admirar las pocas cubas de madera que aún quedan y asomarse a los viejos bodegones, no sea que, en el momento de llegar, se esté descorchando una de esas botellas que lleva varios años envejeciendo en la penumbra y el silencio.

Momento del pregón
            Las bodegas en la Ribera ―y particularmente en Sotillo― llevan muchos años sobresaliendo por su singularidad. No sólo como muestra de riqueza etnológica, sino por haber sido templos sagrados donde, en los años heroicos, se descubría la complicidad temblorosa de los cuerpos. De aquellos tiempos de exploraciones y zozobras hemos pasado al brindis permanente que significa subir a merendar, pasar de mano en mano el porrón lleno de vino, suscitar risas, comentarios y recuerdos. Y también a la experiencia enriquecedora que supone extender la mirada a otros gestos, otras palabras y otros signos, a aceptar la necesidad de compartir el aire y la agonía de la tarde, el arsenal cada vez más exiguo y marchito de los recuerdos, las turbulencias de la actualidad que aquí, en las bodegas centenarias excavadas en la ladera de San Jorge, en los merenderos que son un mirador para asomarse a las últimas luces que guardan los rastrojos, se ven como algo lejano, como un clamor de campanadas que late en otros territorios, aunque a veces sus sonidos crispados traigan la inquietud de las alas, el estruendo de las palomas asustadas que abandonan la torre.
            Queridos sotillanos y visitantes. En esta fecha señalada nos hemos reunido para brindar y degustar. Y para descubrir nuevos territorios en la amplia geografía de la amistad, el placer y la celebración.
            Insertando mi gesto en la proverbial hospitalidad castellana, tras el alboroto de campanas, la exacta geometría de las danzas y el sabroso maridaje que forman el tambor, el tamboril y la dulzaina, doy la bienvenida a los aquí presentes en nombre de este pueblo ribereño y del grupo de personas que, con dedicación y esfuerzo, han organizado la segunda feria del vino. Una cálida bienvenida a esta plaza acogedora y cómplice, que esta mañana de junio abre sus brazos con la amplitud de un soportal.

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