viernes, 16 de agosto de 2019

Ruta ciclista

Son las 8h 30´ y 60 ciclistas se agrupan en la iglesia, un largo día de calor y pedaladas les esperan.
    Tomás, el organizador, da unas pequeñas pinceladas de cómo va el asunto y todos montados en sus máquinas comienzan la aventura. El día empieza fresquito y el terreno es llano así que no hay problema alguno, recorremos los campos de Sotillo y el páramo de Pinillos. Desde lo más alto del páramo divisamos el pueblo de Torresandino y después de una pendiente, que a muchos dio vértigo y los hizo retroceder para ir por un camino más fácil, llegamos a la furgoneta de apoyo, donde nos esperaba la copilla de rigor y las pastas.
   Como habíamos bajado al valle ahora tocaba subir otra vez al páramo, y con el orujo en la tripa no fue tarea fácil. Unos cuantos kilómetros más por las llanuras, con un sol que ya hacía que los pájaros se refugiasen en los árboles, y llegamos a un árbol más ancho que alto, la morera de Villovela, allí nos agrupamos para continuar el paseo hasta la hora del almuerzo.
   Campos secos y amarillos de Castilla nos acompañaban, algunas perdices saltaban desde las cunetas, trigales cosechados y los corzos nos saludaban desde lo lejos.
   Así, y después de unas dos horas y media de la salida dando pedales, nos encontramos con el "mar", una gran presa en Tórtoles con aguas tan azules y limpias que invitaban a meterte al agua. En un rincón y escondida a la sombra nos estaba esperando otra vez la furgoneta de la organización con los bocadillos, el vino y la cerveza casi helada. Momento de relax, risas y comentarios y vuelta a los pedales. Una foto de grupo y una explicación de Tomás de dicha presa nos puso otra vez a prueba
para la siguiente gran rampa por un camino lleno de cantos y piedras sueltas. Otra vez páramo y trigos secos, más kilómetros, otra bajada y de nuevo ese árbol gigante. Desde aquí ya sería todo más fácil hasta llegar a las piscinas de Torresandino, donde nos reagrupamos otra vez puesto que las averías relentizaban la marcha.
   Cruzamos la vega de Henar y llegamos a la del Esgueva, rumbo a Pinillos, donde Pascual Izquierdo nos estaba esperando en la puerta de la iglesia para darnos una charla del románico de la zona y donde la generosidad de una vecina hizo que nuestras gargantas pudiesen lavar el polvo del camino, gracias a las garrafas de agua que nos proporcionó, ya que no había fuente.
   Ya solo quedaban dos o tres kilómetros para llegar al final, donde un aperitivo hizo tiempo para degustar la paella que nuestros maestros cocineros nos habían preparado.
    Comentarios, risas, fotos, chupitos y café pusieron fin a esta aventura. Siete kilómetros más y cada uno en su casita.
   Queremos dar las gracias a los organizadores Tomás y Fernando y patrocinadores de esta gran aventura, y una mención a nuestros cocineros y apoyos logísticos, que sin ellos esto sería imposible.
Foto de grupo



Momento de relax con copa y pasta


Almorzando



Iglesia de Pinillos


Buscando a uno que quiso y no pudo




Los cocineros

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