Un año más, la peña Montecarlo celebró, en el puente de la
Constitución, su ya tradicional encuentro extrafino, esta vez en Córdoba,
ciudad de las tres culturas. Pero esta vez no se trató de un encuentro de ocio
y diversión como de costumbre, sino que íbamos con la difícil tarea de realizar
una investigación de campo para nuestra tesis, que se publicará próximamente
con el título: “Flores de Callejo, salmorejo y flamenquín”.
Afortunadamente, no todo fue trabajar, sino que tuvimos
también momentos de asueto en los que “el primo Paco”, un guía de excepción,
nos llevó a conocer los lugares más
importantes de esta maravillosa ciudad en la que romanos, musulmanes y judíos han
dejado su legado cultural.
Y así, entendimos que nuestra afición por el cocido, el
jamón del bueno, el chorizo y la morcilla, no es por pura gula (que también),
sino que lo hemos heredado de la necesidad de nuestros antepasados sefardíes de
demostrar que ellos se habían convertido al cristianismo de verdad de la buena,
y que de judíos no tenían nada, no les fuera a juzgar la Inquisición y poner el
sambenito.
Nosotras, por seguir con la tradición, el sábado hicimos un
esfuerzo extra y trabajamos duramente en nuestra tesis, no fuese alguien a
pensar que estábamos celebrando el Sabbat, así que tuvimos que ir a visitar a
Espartaco de la Taberna Niña María, y a un tal Pepe de la Judería. Y el
domingo, como seguíamos con la inercia del sábado, fue también un no parar de
investigar.
El lunes, con la sensación del trabajo bien hecho y
algún cham que se nos había colado, tuvimos que coger de nuevo el tren, para regresar a nuestros
hogares, pero habíamos sacado dos conclusiones muy importantes para nuestra
tesis: que “mal dicho sea Aman y ben dicho sea Mordehaim”, y que todas juntitas
¡NOS LO PASAMOS PERA!