RECORDANDO A MAURINO
En el
lugar del cielo reservado para los artistas estoy seguro que Maurino ya está
felizmente instalado y que habrá montado un taller de instrumentos de música y
otro de tallas, y que algo estará ahora inventando.
Así lo conocí,
con los ojos deslumbrados de los doce años, cuando por algún arcano secreto
disfrutaba del cobijo y el calor de la estufa del taller del tío Virutas
en numerosas tardes de frío de aquellos inviernos remotos en los que acrecenté
mi arsenal de armas de madera y fantasía.
En aquellos tiempos Maurino estaba de
vuelta de su estancia en Barcelona y ejercía, en el pueblo, su profesión de
bastante más que carpintero, pues desarrollaba con brillantez labores de alta
ebanistería. Porque el joven maestro de la madera estaba dotado de grandes
cualidades artísticas e inquietudes culturales que llevaba adelante con éxito.
Recuerdo los cursos por correspondencia que seguía con CEAC donde enviaba
trabajos para su calificación, y de ellos, especialmente, sus láminas con
ejercicios impecables de rotulación industrial. Recuerdo sus magníficas tallas
de arabescos en madera de haya para cabeceros de camas, armarios y mesillas.
Recuerdo cómo discurrió métodos para trabajar en serie cuando se construyó la
bodega cooperativa. Recuerdo sus libros de teatro de piezas clásicas que leía
con pasión, y que había representado junto a otros actores locales.
Pero lo
que más valoro, en este rápido recordatorio de sus méritos, es la pericia en la
fabricación de instrumentos musicales donde parecía que no existieran secretos
para él, y donde nada se le ponía por delante. Le vi fabricar bandurrias y
laúdes –al mismo nivel de perfección, o más,
que las que se vendían en los comercios del ramo– que sonaban como los
ángeles, y tocar con rigor piezas de rondalla, sólo y con un grupo de amigos y
músicos populares. Le vi construir un violín, y tocar con él melodías
reconocibles. No le vi construir sus famosas dulzainas, pero alguna tarde de
verano, de no hace tantos años, escuché cómo tocaba para mí una jota
castellana.
En fin,
que Maurino fue, para mí, un artista consumado al que le quiero mostrar mi
admiración y mi respeto a la vez que dedicarle una sencilla oración. Seguro
estoy que ya cuentan con él –cuando para afinar, cuando para tocar– en los
conciertos que organizan los arcángeles y serafines en los incomparables
escenarios de las estrellas.
SANTIAGO IZQUIERDO
izquierdosan@gmail.com