EL ROBLE EN ANDALUCÍA
Como viene siendo habitual en el puente del 1 de mayo, una
treintena de socios y amigos de la Peña “El Roble” celebramos nuestra
convivencia anual, en esta ocasión en tierras andaluzas. Nuestro centro de
operaciones fue la vistosa y original aldea almonteña de El Rocío, alojándonos en un bonito hotel rural de arquitectura
tradicional rociera. Allí pudimos comprobar con admiración el fervor y loor que las gentes de la
comarca, de toda Andalucía y de otras partes de España, sienten por la “Blanca
Paloma”, resguardada en un pequeño pero hermosísimo santuario por decenas de
hermandades y agrupaciones, cuyas casas conforman el urbanismo de esta villa
que, según dicen los lugareños, puede llegar a albergar hasta 2 millones de
personas en su famosa Romería (este año se celebrará del 8 al 10 de junio).
Tuvimos la suerte de ver la ofrenda de una nueva corona de oro a la Virgen, por
parte de dichas hermandades.
Al estar situado El Rocío a orillas del Parque nacional de
Doñana, no perdimos la ocasión de visitarlo a la manera más tradicional: en
carreta de mulas. Nos sorprendió la belleza de su paisaje, de tierra arenosa, debido
a su situación en el estuario del Guadalquivir, dándole un color único, que
sólo se da en este lugar marismeño. Alcornoques, pinos piñoneros, brezales,
jaras y mirtos adornan con su flora este paisaje. Todos aguzamos la vista por
ver si catábamos un lince, pero este esquivo animal no nos regaló con su
presencia; tan sólo algún que otro escarabajo pelotero en su afanoso quehacer.
Impresionante la laguna en la que destacaban, sin duda, los elegantes
flamencos.
Desde aquí, y en días sucesivos, visitamos la costa de Huelva
con sus inacabables playas como Matalascañas y Mazagón, donde el tiempo invitó
a darse un chapuzón y a “terracear”.
Como está a apenas una hora de distancia, visitamos también
la ciudad de Sevilla. Nos impresionó gratamente. Muchas calles del centro
peatonalizadas convirtieron nuestros paseos en más agradables si cabe. Es una
delicia callejear por el barrio de Santa cruz o el de Triana o por la ribera
del río sobre la que se levanta la Torre del oro. Fue todo un placer pasear
desde la Plaza de España hasta la magnífica la Catedral gótica con la
espectacular Giralda y, en sus cercanías, el Real Alcázar.
El bullicio y alegría del numeroso gentío que llenaba las
calles ya anunciaba el inmediato inicio de la Feria. Así queallí nos metimos a
disfrutarlo y “degustarlo” con la sabrosa gastronomía sevillana: papas aliñás,
salmorejo, coquinas, pescaíto frito, gamba blanca, excelentes carnes y otras
exquisiteces regadas con finos, manzanillas y cervecitas bien tiradas no se
libraron de este grupo de gourmets sotillanos.
Y entre lo uno y lo otro se nos pasó el puente más rápido de
lo que pensábamos.
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