viernes, 12 de febrero de 2010

POR SAN BLAS

Por San Blas la cigüeña vino a posarse majestuosamente en uno de los pináculos de la torre de Sotillo. Lo hizo de tal suerte que su cuerpo quedó situado en el centro mismo de la cruz de la altísima veleta, perfectamente enmarcado en el cielo azul purísimo de principios de febrero. Preciosa estampa la formada por el ave -con elegante vestido de plumaje blanco, las puntas de las alas negro y el pico y las patas rosa-, la cruz con sus arabescos, el blanco de la piedra y el azul del cielo. ¿De dónde vino; por qué senderos de aire transitó; cuántos paisajes pasaron por sus ojos; quiénes fueron sus compañeras de viaje hasta llegar aquí ...? Imposible saberlo, mas poco importa conocer ahora las respuestas. Sólo saber que llegó hasta aquí y que se coronó reina de las alturas y directora de los vientos. Desde su formidable atalaya, en que se obtiene un punto de visión mucho más alto que el que se consigue desde el hueco de las campanas, la cigüeña se recrea en la contemplación del caserío y del paisaje. El caserío está quieto, como adormecido, esta mañana de invierno. Ya apenas si se forman las blancas líneas de humo que las glorias producen al encenderse y que en tiempos pretéritos formaban un espectáculo visual fantástico: columnillas blancas enmarañando la mañana para atenazar al frío y reducirlo y a la postre rendirlo. Casi ya no quedan escamas de plata de los tejados escarchados. Poco movimiento se advierte por las calles y por los corrales. Yo sé que ella no quiere mirar a su lado porque descubriría con espanto el horrendo chapitel tizón del demonio, escarnio de la belleza, borrón infame en la caligrafía perfecta de la arquitectura de la iglesia. Entonces la cigüeña observa en silencio el paisaje, el maravilloso paisaje de Sotillo. Pero su mirada queda cautivada por el paisaje del sur, el paisaje que arranca desde la carretera de La Horra y se extiende lento hacia la vega del Duero conformando espacios inigualables. Quienes ya lo conocen no necesitan explicación ni ponderación alguna, y para los que siempre lo han visto así, acaso no presente ningún atractivo especial pues están habituados a verlo y lo sienten tan próximos que les parece lo más natural del mundo. Mas para quienes lo desconocen, o lo ven entre espacios temporales de cierta duración, cada vez que lo observan lo redescubren y les causa profunda fascinación. Que es lo que le pasa hoy a nuestra amiga cigüeña. Porque esta mañana de invierno ha sido una de esas ocasiones en que se mostraba el paisaje en su belleza extrema, aún descarnado en su desnudez, aún sin vestimentas en los árboles ni en la floresta. Paisaje desnudo, sí. Austero, sí. Pero bello, sí: bellísimo. Los elementos del paisaje estaban ahí, desplegados como una baraja de naipes sobre el tapete verde de la mañana: los majuelos dormidos y desnudos; los pinos más próximos aislados y más alejados formando grupos, en el monte; los chopos, como siempre, rectos y vigilantes. La cabaña de piedra refugio en el pasado de lluvias y vientos, hoy arruinada y con la cúpula derrumbada. Los sembrados incipientes siembran el lienzo de pinceladas de verde pálido. Los caminos de arena delimitan las parcelas de labor. Profundidad de tierras rojas en la distancia. Manchas grises de algún rastrojo olvidado, de alguna zarza vieja. Más allá la línea de chopos del Duero, y al fondo de todo las montañas malvas y lejanas de Somosierra. El día ha ido avanzando. Ya es la tarde pero apenas si hace frío. Las nubes están en pugna con el sol en su eterna disputa por la luz. Gran abanico de grises en este atardecer de invierno se esbozan en lo último del cielo. El paisaje es espléndido. Me resisto a volver a casa. Está cayendo la tarde. El viento comienza a adueñarse del paisaje. Es Sotillo (sur). La cigüeña se ha ido.
Texto y foto: Santiago IZQUIERDO

2 comentarios:

  1. Grácias Santiago, por esta magnifica fotografia de Sotillo,no me refiero a la gráfica, que tambien, sino a la literaria.
    Desde la distancia se saborea cada palabra, visualizando ese paisaje añorado que el destino a querido distanciar. Grácias por esa ventana del Sotillo de hoy y tambien el de otra época que nunca conoci.

    En nombre de todos los Sotillanos que vivimos lejos y no podemos disfrutar de nuestro pueblo
    con la frecuencia que nos gustaria, gracias de corazón.

    Jordi Gonzalez Gonzalez
    Andorra

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  2. No necesito decirle a Santiago lo soberbiamente que sabe escribir.Lo facilmente que nos hace imaginar y reconocer el paisaje que nos presenta.
    Yo quiero contarle que la cigueña que estaba en la torre, contrapunteando su cruz, vino para quedarse, para construir su casa .
    Esa era su intención.
    Esa era la novedad.
    Otras veces, pocas en muchos años, tambien la vimos sobrevolar el pueblo, más exactamente la torre, entre el desconcierto de las palomas. Pero ¡Siempre se marchaba!.
    Algo había que la disgustaba. Se iba.
    Los mayores decían que era incompatible con las palomas.
    Quizás ella se barruntaba que no sería bien recibida.
    Cada vez que la veíamos llegar nos hacía tener la ilusión de que esa vez se quedaría.
    Finalmente una más valiente o diríamos cínicamente, más inconsciente, escogió Sotillo. Se empadronó. Comenzó a edificar su casa. Trajinó aportando los materiales propios del asunto ajena a los comentarios de convecinos que no veían con buenos ojos al extraño.
    Que si no traían nada bueno. Que quizás llevarían a casa, el nido, bichos y culebras que se meterían en otras viviendas. Que acabarían con las crías de las perdices y demás. Etc.
    Estas habladurías, sembradas en mentes tiernas e inconscientes hacen que el nuevo vecino se vea invitado a dejar su obra, su torre,su pueblo...
    ¿No fue esa la causa?. ¿Fue que simplemente era una cigueña inmadura que no sabía lo que quería, o que a su pareja , caprichosa en exceso, no le gustó el sitio?.
    El hecho es que se fue. Tampo co este año había podido ser.
    Sotillo se queda sin cigueña. Para unos es una pena, otros se alegran. Creo que quizás otro año será posible. ¿Cuando madure el cigueño o cuando cambien el chip sus detractores.
    El 30º Aniversario de Rodriguez de la Fuente que este año celebramos puede ser un buen momento para hacerlo.
    Es cierto que se marchó, que abandonó el nido, pero la sorpresa ha sido que de nuevo este invierno, ¡por san Blas la cigueña verás!,se ha vuelto a instalar en el mismo sitio y ha reiniciado su construción en el punto donde lo dejó.
    ¿Conseguirá éste año terminarlo?. O mejor aún, ¿conseguirá tener familia?. Lo ideal, ¿le darán tiempo para sacarla a delante?.
    Ese es mi deseo de sotillano y creo que de muchos conmigo.
    Estoy seguro Santiago que tu lo disfrutarías y que te dsría ocasión de nuevas y bonitas letras.

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