35 personas a cenar son muchas personas, especialmente para una peña
como Ateneo, en la que sólo somos 14 socios. Pero esa cifra tiene truco: era la
suma dos peñas que participaron en su encuentro anual: Ateneo, de Sotillo, y El
Cierzo, de Gumiel de Mercado.
El viernes 7 de diciembre, tras unos vinos por los bares sotillanos,
tuvimos una cena en la sede de Ateneo, donde hacía muchísimos años que no
veíamos una mesa tan enorme llena de comensales. Pasamos una noche agradable, repleta
de comentarios, recuerdos y proyectos comunes.
El sábado día 8 teníamos proyectada una ruta de senderismo: “Sendero
de la morera y de los valles”. Así que, a las 9 de la mañana, nos juntamos
en la iglesia de Sotillo, en los aparcamientos del Juego de Pelota, y tras
distribuirnos en varios coches, salimos hacia Tórtoles de Esgueva, punto
inicial de nuestra ruta. Allí dejamos los coches, y pasito a pasito recorrimos
el camino que nos llevó al embalse de riego de Tórtoles, y más tarde a la
ermita de Santa Lucía y las moreras cercanas. Allí hicimos una breve parada
para tomar un aperitivo, y continuamos en dirección a Torresandino.
Antes de llegar a dicho pueblo, visitamos las ruinas del Monasterio
de la Virgen de los Valles, construido en distintas fases entre el s. XIII
y el XVII. Y podríamos decir que también han sido varias las fases de su
destrucción desde el abandono de sus moradores, tras la desamortización de
Mendizábal en 1836. ¡Cuesta creer que allí hubo vida y religiosidad, hombres y
aspiraciones; y que hoy solo queda silencio y abandono!
Llegados a Torresandino nos tomamos el vermút para reponer líquidos,
que aumentaron de nivel en el Bar Las Pradas, ya en Gumiel de Mercado. Y llegó
la hora de comer, esta vez en la bodega de la Peña El Cierzo: alubias con
almejas y carrillera con setas, todo cocinado por ellos mismos. ¡Estaban exquisitas!
Luego los cafés y dulces navideños, y la serenata de canciones que nos ocupó
varias horas. Este año echamos en falta al amigo de Santibáñez, que el pasado
año nos acompañó con su acordeón, y nos hizo más audibles las melodías.
Echada ya la noche, era hora de recoger velas. Nos abrigamos frente al
frío y la niebla que empezaban a rodearnos, y cada mochuelo se fue a su olivo.
PEÑA ATENEO
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