FINDE RURAL DE ATENEO EN EL
NACEDERO DEL UREDERRA
Y llegó el jueves 31 de
octubre. Y allí, en el hostal rural de
Sorlada (Navarra), nos presentamos 14 personas de Ateneo dispuestos a pasar el
puente de Los Santos, entre bosques, rutas de senderismo, y turismo por los
alrededores. El tiempo previsto era de lluvia para todos los días del puente,
pero la realidad fue más benigna.
El jueves algunos llegaron a
media mañana, y pudieron hacer una marcha por los alrededores de Sorlada, y subir
a un monte cercano al pueblo. Por la tarde, en tanto se esperaba a los más
rezagados, tomamos unos vinos en el pueblo cercano de Los Arcos.
El viernes nos dirigimos al nacedero
del río Urederra, la guinda del viaje por su paisaje. Previamente se habían
reservado las entradas, ya que está limitado su acceso a 500 personas diarias.
Y la verdad es que merecía la pena el desplazamiento, a pesar de que algunos ya
lo conocíamos, pues destacaba el paisaje, las pequeñas cascadas, la preciosa
gama de ocres otoñales de las hayas, y el suelo cubierto de las hojas como
alfombra acogedora de los paseantes. Por la tarde, ya en los coches, subimos a
la cima del cortado, desde donde divisamos el valle, los pueblecitos a lo
lejos, algunos caballos salvajes rodeándonos, y la lluvia que había esperado a
que acabáramos la ruta, para ducharnos en esta visita, pero pronto se retiró
para dejar paso a la niebla que lo envolvía todo entre algodones antes de que
llegara la noche.
Al día siguiente, sábado,
mientras desayunábamos, llovía y escampaba a ratos. A pesar de ello, decidimos
hacer la ruta prevista por el
bosque encantado de Urbasa. Y acertamos, pues ya no volvió a caer una gota
el resto de los días. La ruta fue más dura que el día anterior, pues el ascenso
era importante, y el camino con barro y charcos. Estábamos rodeados de hayas,
rocas, y el musgo que vestía a las rocas y las hayas en muchos rincones, como
preparándose para instalar el belén de la cercana Navidad. Al final estaba la
cruz que coronaba la cima, y desde eta altura contemplamos el paisaje que se
ofrecía a la vista.
Bajamos a comer unos bocatas al
camping cercano, y donde unos borriquillos, tan mansos y confiados como
Platero, se acercaban a intentar degustar nuestras viandas. La tarde la
empleamos en visitar Estella, sus bellas calles y puentes del casco histórico,
sus numerosas iglesias, el Museo del Carlismo, y sus bares y pastelerías.
El domingo guardamos las botas de
montaña, y nos dedicamos a visitar el monasterio de Irache, sus claustros, su
bodega, y degustamos el tinto que sale del grifo de “La fuente del vino”. Luego
visitamos en la zona el Museo de la trufa, que, aunque no es época, nos
permitió hacernos una idea y degustar algunos productos trufados. Por último, y
antes de la comida, visitamos en el pueblo que nos acogía, el
Monasterio de san Gregorio Ostiense, que
está enclavado en una montaña cercana.
Por las noches, después de tomar
unas cervezas en la sociedad-bar del pueblo y charlar con los vecinos,
volvíamos hacia el hostal, donde degustábamos el excelente menú que nos
preparaba el dueño, por lo que no tenemos claro, si en estos días hemos perdido
o ganado calorías, pero el empeño ha merecido la pena. Y seguía una larga
velada en la que hablábamos de anécdotas pasadas, de proyectos para el futuro,
de lo divino y de lo humano.
Por último, agradecer a los
amigos de la calle Las Eras, sobre todo a Inma y Elena, la preparación tan
esmerada de todos los detalles del viaje.
Y como quedó tan buena impresión,
ya se decidieron las líneas generales de la próxima salida, allá para la
primavera, y allá por el Pirineo catalán.
PEÑA ATENEO
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